Nacimiento y niñez

Doña María de Pimentel y Fonseca, nacida en 1549, era castellana por los cuatro costados, su padre era el salmantino don Jerónimo de Fonseca y Zúñiga, Conde Monterrey y su madre, doña Inés de Velasco y de Tovar, de la villa burgalesa de Berlanga de Duero (451).

De ella heredó su hijo, don Gaspar, el gran amor a Castilla. De familia noble, pues doña María lo fue más aún por su vida, a pesar de que, según el protocolo nobiliario, “no podía gozar de hidalguía”, ya que el abuelo de doña María “era hijo del patriarca don Diego de Azevedo y Fonseca, arzobispo de Santiago, el cual le hubo siendo clérigo de misa”, por lo que tuvo que solicitar un permiso especial de Roma para hacer caballero calatravo a su hijo don Gaspar.

Siendo niña y estando postrada a causa de una enfermedad en el palacio de Monterrey de Salamanca (452), fue visitada por Santa Teresa de Jesús (453), quien al parecer obró una curación milagrosa, por lo que veneró toda su vida a la Santa. Su hijo don Gaspar también fue gran devoto de esta Santa, y se enorgullecía de tener entre sus reliquias el corazón de Santa Teresa (454) guarnecido de diamantes, esta reliquia la legaría a la reina, Isabel de Borbón (455).

 

Fue gran coleccionista e impulsora de obras pías

La esposa de don Enrique de Guzmán (456) fue mujer extraordinaria, austera, religiosa severa e influyente, desde su voluntario apartamiento de la vida oficial. Se casó con don Enrique en Madrid, en 1579. Podemos presumir su figura por la de su hija Leonor María (457), de gran parecido a su madre y llena de inteligencia, nobleza y voluntad.

Mostró, doña María, siempre una profunda piedad y devoción religiosa. El Papa Sixto V (458), persona enfrentada y discrepante de su marido, la llamaba “la Santa Condesa”, como le recordó a su hijo don Gaspar el arzobispo de Granada en una célebre reprimenda en los comienzos de su privanza.

La segunda Condesa de Olivares fue una gran coleccionista de reliquias sagradas y de obras de arte durante los años que estuvo junto a su marido en Roma y Palermo. Siendo la gran promotora de la excepcional colección de reliquias (459) que hoy podemos contemplar en la Colegiata de Olivares (460).

Impulsó junto a su marido la fundación del Monte Fideicomiso de la Casa de Olivares (461), uno de los primeros instituidos en España, un Monte de Piedad parecido a los que habían conocido durante su larga estancia en Italia y que perseguía realizar:

“Obras pías, tales como la Capilla de Olivares (462), socorro de necesidades de los vasallos de la casa y de los feligreses de las iglesias donde aquella Capilla tuviese beneficios anejos, ayudas para los conventos de monjas pobres de Sevilla, redención de los dichos vasallos y feligreses cautivos, donación de cálices y ornamentos sagrados a las iglesias de los lugares del Estado, etc…”

“Dotes para las hijas de los señores de la Casa de Olivares, especificándose cuantías, condiciones y circunstancias, así como para aquellas que entrasen en religión, incluyéndose explícitamente a las hijas de su hermano don Pedro de Guzmán, que había dejado preñada a la señora doña Francisca Osorio, su mujer.”

“Redención de censos situados sobre la Casa y adquisiciones en acrecentamiento de ella, extendiéndose en largas instrucciones precisas para llevar a cabo su ejecución y para cuyo fin ha de ser dedicado todo el beneficio que quedase de las rentas del Monte, una vez cumplidas las anteriores obligaciones.”

Durante el Virreinato de Sicilia colaboró con su marido, planeando y realizando grandes obras sociales, entre ellas la fundación de una Casa de refugio en Palermo bajo la advocación de Santa María la Mayor de quien fue siempre muy devota, para acoger a prostitutas y mujeres abandonadas a las que socorría e intentaba reformar y por las que se preocupaba mucho. Y, además, ayudaba directamente a su marido “tomando las cuentas de los gastos con gran presteza y prudencia, ayudándole asimismo con tener correspondencia de muchas cosas que le podían embarazar”.

Según los cronistas que la conocieron, su austeridad castellana, su religiosidad severa, y la afición a los papeles en el cuidado del bufete, fueron tres de las principales características de la II Condesa de Olivares, que luego fueron protagonistas también en su hijo don Gaspar de Guzmán.

 

Su familia

En los quince años de matrimonio de los segundos Condes de Olivares nacieron los siguientes hijos: El primero fue don Pedro Martín de Guzmán; único hijo de este matrimonio nacido en España, éste vivió y se educó siendo niño junto a sus tíos maternos en la Casa de Monterrey, en Salamanca, donde se cayó por un corredor, matándose a la edad de siete años. Los restantes hijos nacieron en Italia debido a las obligaciones de sus padres.

Le siguió don Jerónimo de Guzmán que fue educado como primogénito, al faltar el anterior. Le llevaba como tal su padre a Sevilla para instruirle en el gobierno de su futura hacienda, y a la vuelta de uno de sus viajes a su “Estado de Olivares”, murió al caer del caballo en la Villa toledana de Oropesa (463), a los veintiún años, en 1604. Entonces ascendió a primogénito el tercer varón, don Gaspar de Guzmán (464), futuro privado de Felipe IV.

El cuarto nacimiento fue doña Francisca de Guzmán, que se casó con el V Marqués del Carpió, don Diego López de Haro Sotomayor, quien tuvo dos hijos; don Luis de Méndez de Haro (465), sucesor de de su tío don Gaspar de Guzmán en la privanza de Felipe IV, y don Enrique de Guzmán, futuro cardenal, malogrado cuando ascendía con las miras puestas en el papado.

La quinta fue doña Inés de Guzmán que se casó con el VII Marqués de Alcañices, don Álvaro Antonio Enríquez de Almansa y Borja, en cuyo palacio de Toro (466) había de morir el Conde Duque de Olivares.

Nació luego doña Leonor María de Guzmán, interesante mujer, intrigante y despierta, esposa de su primo el VI Conde de Monterrey, don Manuel de Zúñiga Acevedo y Fonseca (467). Vinieron después al mundo, en Roma, doña Mayor y don Gabriel, que murieron siendo niños, y finalmente, doña Ninfa, que murió en Palermo, costándole también la vida a su madre, a causa de una hemorragia, cuando ésta tenía cuarenta y cinco años de edad.

Fue tan ejemplar su vida que, según el genealogista Juan Alonso Martínez Calderón, su confesor, el jesuita Padre Juan de Cetina escribió después de su muerte, su biografía.

 

Muerte

Hizo testamento la Condesa en Palermo, el 21 de octubre de 1594, del cual se conserva copia en la Real Academia de la Historia. Falleció el sábado 26 de noviembre de 1594, y tras realizarse las exequias fúnebres en Palermo, su cuerpo fue trasladado en barco desde la ciudad siciliana hasta Sevilla (468). En el puerto hispalense recibió los restos mortales el Capellán Mayor de Santa María de las Nieves, don Jerónimo Abad Beltrán, siendo trasladada hasta Olivares en una carroza funeraria, al llegar a la villa  le fue realizado un solemne funeral y finalmente fue enterrada en la (469 y 470) cripta de la Capilla Mayor de Santa María de las Nieves de Olivares.